Hay ciudades que tienen balnearios. Otras que gozan de sierras. Unas con bellos parques. Algunas con gastronomía especial, teatros de calidad, o con obras de artistas únicos. Azul tiene todo esto. Y más. Por eso cuando decidimos emprender el proyecto de Conocé Azul pensamos una frase que resumiera lo que este partido del centro bonaerense posee para ofrecer a los turistas (y también a sus habitantes, que suelen ser excluidos de las páginas de viajes). Coincidimos en uno: Una ciudad, todo el turismo.

A continuación, te dejamos siete atractivos, tesoros, o más bien siete motivos por los que vale la pena visitarla. Creenos, no te vas a arrepentir:

1. Una ubicación estratégica

Ubicada a 275 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, se puede llegar por Ruta Nacional 3 desde CABA o Bahía Blanca, o por la RP 226 desde Tandil y Mar del Plata. Y ahí surge un primer atractivo: el geográfico. Literalmente se encuentra en el corazón de la provincia. Varios utilizan a Azul de paso por la RN3 y pueden desconocer todo lo que ofrece nuestro distrito.

Azul cuenta con casi 60 mil habitantes. Ya en el siglo XIX se distinguió por su poder económico y su actividad comercial. A tal punto que hace casi 140 años estuvo muy cerca de transformarse en la capital bonaerense, hasta que finalmente se decidieron por La Plata.

Epicentro de la región pampeana, limita con Las Flores, Rauch, Tandil (con quien comparte la extensión de las Sierras de Tandilia), Benito Juárez. También con Tapalqué, donde se encuentra un flamante complejo termal, ideal para visitar un día y volver a Azul. Y con Olavarría, con sus atractivos pueblos turísticos y comunidades alemanas de rica gastronomía.

2. Del campo a las sierras: paisajes para todos los gustos

“Azul” es la traducción de cómo los aborígenes pampas nombraban al arroyo que cruza la ciudad: Callvú Leovú. Actualmente hay un pasaje lleno de vegetación sobre el final del balneario que se llama “el Callvú”, ideal para transitar en otoño y primavera. En la ciudad está muy presente la huella indígena, sobre todo los Catriel, cuyo cacique Cipriano vivió en estas tierras, frente a la actual Costanera, donde hoy se lo recuerda.

Azul es llanura, bañados y lagunas al norte; y sierras al sudeste. Las formaciones rocosas (las más antiguas del planeta, por eso son más redondeadas que las de Ventana) que componen la Boca de las Sierras se encuentran en la Ruta Provincial 80, un circuito que mezcla belleza, historia e incluso deporte de aventura: podés visitar el Monasterio Trapense, tomar algo en el parador de Boca de las Sierras, hacer caminatas o escalar; y cerrar la jornada comiendo en el Viejo Almacén o en la casa de té Lo de Mingo, ambas en el pueblo de Pablo Acosta, uno de los 11 que integran el partido, la mayoría nacidos como estaciones del Ferrocarril del Sud.

3. Ciudad Cervantina

En Azul también resplandece la huella quijotesca. Don Bartolomé J. Ronco, abogado porteño, azuleño por adopción, fallecido en 1952, juntó a lo largo de su vida más de 300 colecciones de El Quijote –incluso en japonés y en guaraní–. Gracias al hallazgo de este material invaluable, la Unesco nombró a Azul como Ciudad Cervantina. Y desde 2007 se realiza cada año el Festival Cervantino, que activa a toda la comunidad.

Pero hubo más: no solo era un devoto del Quijote, también del Martín Fierro. Así formó también la mayor colección de la obra más emblemática de la literatura gauchesca de nuestro país. Todo esto se puede ver en la Casa Ronco, ubicada a un par de cuadras de la Plaza Central, el lugar de estilo colonial donde el benefactor vivió y que hoy es un museo único en la región.

Lo cervantino atraviesa Azul a través de la huella de renombrados artistas, como las esculturas del Quijote realizadas con chatarra por Carlos Regazzoni o el enorme mural pintado por Rep.

4. La riqueza cultural y el legado de Salamone

La primera novela en habla hispana no es la única protagonista cultural de la ciudad. Frente a la plaza central sobresale el Teatro Español, de estilo neo-clásico, uno de los más bellos de toda la provincia, restaurado en 1992 con una de las mejores acústicas del interior. Sobre su escenario brillaron desde Gardel y Tita Merello hasta Sandrini y Libertad Lamarque. 

Pero más allá de las influencias españolas, gauchescas e indígenas, hay un nombre insoslayable del patrimonio cultural azuleño: Francisco Salamone. Durante la década del ’30, el arquitecto de origen italiano fue creando obras con su estilo monumentalista –fusión de racionalismo, modernismo y futurismo– icónicas de la ciudad, desde la fachada del Cementerio Municipal, con el Ángel Exterminador, hasta el mobiliario de la Plaza Central y la portada del Parque Municipal.

5. Casco histórico

Quien pasa por Azul no puede dejar de transitar el centro, con la plaza central San Martín, su diseño futurista y sus baldosas zigzagueantes “como si fuera 3D”.

Frente a la plaza se encuentra el Palacio Municipal, con su torre central italianizante con su singular balcón. Cruzando la plaza, está la Iglesia Catedral Nuestra Señora del Rosario, que exhibe su potente figura neogótica desde 1906.

A una cuadra corre la calle Bolívar, un paseo indispensable para los amantes de la arquitectura y las casonas ornamentales construidas hace más de un siglo atrás. Un tesoro patrimonial que tiene su epicentro en el Cantoncillo de Santa Margarita.

6. Fuerza natural

Azul tiene historia, cultura, legados, y también naturaleza. Por ejemplo, el Balneario Municipal “Almirante Brown” sobre el Arroyo Azul y el Parque Municipal Domingo F. Sarmiento. El pulmón de la ciudad. Unas 22 hectáreas de pura magia, donde todo parece unido, fluyendo en armonía.

Yendo por el arroyo hacia el norte surge la Costanera Cacique Catriel, hasta el Lago Güemes. Descanso y esparcimiento para que puedas sentarte, tomarte un tiempo y disfrutar del entorno, la calma y el aire puro.

En Azul podés hacer turismo de estancias, hospedarte en cabañas, departamentos, hoteles o el camping frente al arroyo.

7. Una gastronomía con el sello local

Mientras disfrutás de la calma, le sumás la rica gastronomía pampeana. Acá lo tradicional del asado se fusiona con especialidades como la lavanda, la cerveza artesanal y la miel: la ciudad es la capital nacional y provincial de la miel. 

Hay alfajores multipremiados en el país, la ciudad es cuna del famoso dulce de leche LuzAzul y protagoniza el auge de un producto que crece sin parar: las trufas.

Podés tomarte un café frente a la plaza central o una cerveza viendo el atardecer en las sierras. Caminar, recorrerla en bici, a caballo o incluso hacer una excursión en el aeródromo. Lo que no podés dejar de hacer, es privarte del placer de visitarla.